Padres GPS: Cuando el acompañamiento se convierte en presión
- Daniel Romero
- 31 oct
- 3 Min. de lectura

En el deporte infantil y juvenil, los padres suelen tener un papel determinante. Son quienes brindan apoyo emocional, económico y logístico, y quienes celebran con orgullo los logros de sus hijos. Sin embargo, en muchas ocasiones, ese acompañamiento bien intencionado se transforma de manera inconsciente en una forma de presión constante.
Este apoyo constante que se trabaja con diferentes factores, herramientas y estrategias, en ocasiones se convierte en un sistema de rastreo. Los “padres GPS” son aquellos que todo el tiempo están monitoreando, corrigiendo o dirigiendo a sus hijos en el deporte: les indican qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo. En la cancha, en el auditorio, en el auto, o incluso en casa, la conversación gira en torno al rendimiento, al marcador o al “qué salió mal”.
Aunque parezca una muestra de interés, esta sobreatención puede generar estrés, ansiedad y bloqueo deportivo. El niño o adolescente comienza a percibir que su valor depende de sus resultados, no de su esfuerzo o disfrute. Poco a poco, el deporte deja de ser un espacio de crecimiento para convertirse en una fuente de tensión y/o presión.
Es preciso mencionar que la intención no siempre iguala el impacto, es decir que la lógica sería que ningún padre desea dañar emocionalmente a su hijo. Lo que ocurre es que el amor y la expectativa se mezclan. Frases como “¡tú puedes hacerlo mejor!”, “¿por qué fallaste ese punto?” o “tienes que ganar” surgen desde el deseo de verlos triunfar, pero son interpretadas por el joven como juicios o exigencias. Así que, ¡aguas con la expectativas! Porque mientras más alta sea la expectativa más fuerte será la decepción.
Desde la psicología deportiva sabemos que la motivación extrínseca (la búsqueda de aprobación o resultados) no sostiene el rendimiento a largo plazo; en cambio, la motivación intrínseca (el disfrute, la mejora personal y la pertenencia) es la que realmente impulsa el crecimiento deportivo y emocional.
Un ejemplo muy conocido fue el del tenista André Agassi, quien en su autobiografía Open relató cómo su padre lo obligaba a entrenar durante horas frente a una máquina de lanzar pelotas que llamaba “el dragón”. Desde pequeño, Agassi sentía que su valor dependía del éxito deportivo y llegó a odiar el tenis, a pesar de ser uno de los mejores del mundo. Su historia mostró cómo la presión paterna puede convertir el talento en sufrimiento, y cómo el deseo de un padre por ver triunfar a su hijo puede, sin querer, alejarlo del disfrute y del bienestar emocional.
Y nos preguntaremos, ¿cómo podemos trabajar este tema tan relevante y muy común?
A continuación comparto un listado de algunas estrategias que podemos utilizar y aplicar para acompañar sin controlar:
Valora el proceso, no solo el resultado. Pregunta “¿cómo te sentiste hoy?” en lugar de “¿ganaste?”.
Escucha más, indica menos. A veces, lo que el hijo necesita no es consejo, sino comprensión.
Respeta los tiempos del entrenador. Tu papel es acompañar, no dirigir.
Promueve la autonomía, la independencia y la autocrítica. Permite que tu hijo tome decisiones sobre su práctica y sus metas. Además de que él sea el principal y el primer crítico de su práctica, esto, favorece ampliamente el desarrollo de la madurez deportiva.
Celebra el esfuerzo y la constancia. Son los cimientos de cualquier logro deportivo. En análisis deportivo: las "microvictorias" en ocasiones son más importantes que las "macrovictorias".
En sí, el acompañamiento parental es esencial, pero debe basarse en la confianza y el equilibrio. Acompañar no es controlar, es confiar. El verdadero apoyo no grita desde las gradas, se siente en el silencio que transmite seguridad.
Cuando el amor sustituye la presión, el deporte se convierte en aprendizaje y en disfrute.
Psico-lógicamente, el mayor logro no está en ganar, sino en aprender a disfrutar del proceso.







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